Mirar al cielo, cómo si mis muertos pudieran hablar. |
Yo, que no tengo ni una pizca de escepticismo en mi vida, dudo, no se si sea miedo, no se si me impresione, no se si creerle, mis muertos no le han hablado, por eso no le creo, porque quizás lo haga cuando sean los míos los que le digan algo.
La televisión tiene mucho de fantasía, los realities tiene más todavía. Las cámaras la persiguen y ella repite como lora lo que los muertos le dicen. Yo sigo queriendo y no queriendo que sean los míos los que hablen.
Se llama La Medium, el programa, ella se llama
Theresa Caputo.
Sea cierto o no, mientras averiguamos o simplemente
sin averiguar, me quedo pensando si mis muertos me dirían algo.
De solo imaginármelo lloro. No sé si por tristeza,
no sé si de emoción, tengo una cantidad brutal de sentimientos encontrados en
un sinsentido que se llama duelo que pareciera nunca querer acabarse.
Me duelen mis muertos, extraño mis muertos y
quisiera saber cómo están, si es que están; cómo me han visto, cómo nos han
visto.
Theresa sigue de un lado para otro, camina y pone cara
de no saber como abordar a la cajera de un supermercado para decirle que tiene
a alguien hablándole al oído, desesperado porque ella le diga lo que necesita
que sepa. Pienso si mis muertos serían tan insistentes.
La pobre cajera queda palida, llora, cuando Theresa le habla de su muerto, de lo que su muerto le manda a decir. Theresa también llora, yo lloro.
La pobre cajera queda palida, llora, cuando Theresa le habla de su muerto, de lo que su muerto le manda a decir. Theresa también llora, yo lloro.
Theresa me ha puesto sensible, La Medium me ha
puesto a llorar, no sigo el programa, es como si este me siguiera a mí, prendo
el televisor y ahí está ella, o si hago zapping, ahí está ella, con sus
particulares uñas y su corte de cabello rubio teñido, corto, muy corto pero con
volumen arriba.
No soy capaz de dejar de verla cuando me la
encuentro, quiero saber lo que esos otros muertos tienen que decir, como
esperanzada encontrando palabras que en los míos pudieran funcionar. Vuelvo y lloro viendo a la madre de
familia que perdió su hija en un accidente, y se culpa de haberle dicho a su
hija que no cuando quiso cambiarse de sitio, en el bote que finalmente se
accidentó y causó la muerte de la pequeña. La madre se echa culpas, la hija
desde el más allá la tranquiliza en los labios de Theresa, la madre llora, yo lloro. La
hija le manda decir que no debe querer morir como muchas veces ha querido, la madre
abre los ojos como entendiendo que su hija, donde esté, lo ve todo, lo oye
todo, lo siente todo. A nadie le ha dicho eso, por eso le cree a Theresa,
porque eso, que le acaba de decir, no lo sabía sino ella, en lo más profundo de
su ser y al parecer su hija, en el más allá.
Yo igual dudo.
Quizá si no fuera mediático, si no saliera en televisión, le creería, pero
dudo y lloro y sigo llorando, porque en el fondo quisiera saber si mis muertos
tienen algo que decirme y si no tuvieran nada que decirme los haría hablar
porque los extraño y quisiera saber, solo saber, si están orgullosos, si están
contentos, si están bien. Yo quisiera
saber lo que dicen los muertos, lo que dicen mis muertos.
Yo también la ví, alguna vez, pero no me convenció. Porque creo más que están aquí junto a uno (a quienes les cuento las historias les digo que es como imaginarse un segundo piso, donde todo se oye y se ve hacia abajo. Y te leí y me acordé de la historia y me fui inmediatamente al archivo a buscar releerla....A veces creo que llorar los aleja y reir los acerca mucho, pero a lo mejor, como la vida, la de cada uno es diferente.
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