jueves, 2 de mayo de 2013

Lecciones de Viaje N. 5

Múnich - Alemania
A casi un año de haber regresado de mi viaje soñado y con un blog totalmente abandonado por un desorden particular que ronda mi vida en estos momentos (desorden en asuntos pendientes porque si antes hacia horarios hasta para estudiar en horas de descanso hoy dejo q la vida siga su rumbo sin pensar en el tiempo), Alemania regresa a mi memoria de cuenta de dos equipos de fútbol de ese país que van a la final del seguido y admirado torneo de la "Champions League".


Por ese impulso futbolero decido retomar mis lecciones de viaje por Alemania, un pais que me impactó por su orden, extrema rigidez, maravillosa precisión e impecable necesidad de recordarlo todo, hasta su historia más cruel y sangrienta. Mi recorrido se dio solo por una ciudad alemana: Múnich, me dicen quienes conocen, que me faltó la vida que emana Berlín y la frescura de Frankfurt, por mencionar otros dos espacios alemanes, pero digamos que con Múnich me basto para entender porqué los alemanes se destacan, porqué no estan en la olla, económicamente hablando, como algunos paises de la Unión Europea y porqué cargan el peso, a pesar de que muchos nacieron despues de los conflictos, de una guerra y un nacionalsocialismo que por mucho que quieran olvidar no pueden, mejor dicho, no lo permiten, por que allí es claro que repiten y repiten hasta la saciedad su historia, para no volver a cometer los mismos errores.

Mi visión de una ciudad como Múnich fue acompañada por una colombiana, morenaza ella de piel canela que se ve exótica ante tanto rubio blanquecino que habita allí, una colombiana que aunque no pierde sus raíces esta mas cerca de ser alemana por su personalidad: inteligente, fuerte y directa. Mi amiga Zoraida Zuleta fue la guía de una Múnich cuya Segunda Guerra Mundial fue menos destructiva que para otras ciudades alemanas dado que en ese espacio se encontraba el fortín de uno de los seres mas aterradores que ha dado la historia universal: Adolfo Hitler.

Bueno, eso me explica mi guía al ver edificaciones muy antiguas e intactas a pesar de la guerra. 

Karlz Plazt y Marienplatz son mis primeros espacios históricos donde nuevamente aparece mi adorado San Miguel Arcángel en una de sus iglesias y dos componentes maravillosos, uno visual y otros gustativo: la tradicional ropa baviera y la cerveza. 


Ver hombres, mujeres y niños con los trajes típicos, caminando en plena calle como si nada es totalmente revelador. Muchos son guías turísticos, otros personas del común que se sienten orgullosos de su origen y tratan de no perder sus costumbres. Me cuentan que en fiestas patrias o celebraciones particulares la vestimenta típica se mimetiza por las calles con un aire de alegría insospechado para un país que dio tanto dolor al mundo y sufre aún las consecuencias de ese dolor con uno propio, que cargan como penitencia, por lo menos esa es la sensación que queda en el ambiente.

El hecho es que impacta ver ese amor por las raíces cuando en Colombia una falda campesina en pleno centro de la ciudad se vería como un ridículo disfraz de una loca que anda por la calle. Es extremo pero hagan la imagen mental para que solo imaginen la cara de asombro, crítica y estupor de quien pase por el lado de alguien vestido en su cotidianidad diaria con traje de campesino. Y sin llegar muy lejos, yo tampoco me pondría una falda de campesina para salir a la calle. Tal cuál.

Y es que esa es una gran diferencia no solo de Alemania con Colombia, diría que de la Europa que conocí: somos una manada de reparones que vivimos pendientes de los demás, sus pintas, sus palabras, sus gestos, ¿para qué? para ser los mayores criticones mayores de la comarca. Eso si me molesta bastante y se nota. 

Prosigo.

El traje típico de las mujeres tiene un moño con el que se sujeta el delantal, ese moño indica el estado civil de la mujer, a la derecha quiere decir que está casada o comprometida, a la izquierda soltera y hacia atrás, que está viuda. Dato curioso de esos que no se olvidan.

Continúo hablando del segundo tema, más gustativo, de impacto en Múnich: la cerveza, es la bebida vital para el día a día. Y que maravilla ver los restaurantes que las propias casas cerveceras montan en pleno centro de la ciudad para mostrar esa tradición de barriles y jarras tan deliciosa.

Sí, la cerveza alemana es muy deliciosa y eso que hay cantidad de cervezas como alemanes, pero las que probé tenían todas un sabor diferente, menos hostigante y mas gustoso. 

Atraida por uno de esos lugares almorzamos allí, lo primero que se ve en la entrada es un espacio con cajones especiales y candados. Bueno, son las jarras de los clientes fieles que son personalizadas, pero ojo, consumidores fieles de la cerveza que tienen su propia jarra con tapa y que es guardada organizadamente hasta que el cervecero regrese a la que es su casa. Cabe recordar que en Múnich se celebra cada año el October Fest, el festival cervecero más importante del mundo. En la mesa cuando la jarra tiene la tapa levantada es la señal para el mesero: debe ir a llenarla de nuevo.

El restaurante ofrecía comida típica entre la que se encuentra, los infaltables embutidos. Los alemanes son muy buenos para las salchichas, de todos los tamaños y colores, destacándose la salchicha blanca, de un sabor particular y no me pregunten hecha de qué, eso sí no lo recuerdo.

Siguiendo el camino me impacta el orden en su transporte público. En Múnich no es necesario tener carro. El transporte público funciona a la perfección, todo coordinado, todo unido y tanto metro, bus y tranvía con una precisión diría que inglesa, pero no, resulta que los alemanes también son puntuales y mucho. Me dice mi amiga Zoraida que es considerado el mejor transporte público de Europa. 

En ese orden hay en las calles llamas eternas que recuerdan, por ejemplo, a las víctimas del nacionalsocialismo. Más detalles para no olvidar. Hay un canal público que emite historia, documentales sobre Hitler, solo 15 minutos de noticias cada hora y a lo que vinimos, a recordar la historia. Esa misma que a todos los niños, en todas las escuelas, les entregan desde muy jóvenes, tanto que los llevan a los espacios que fueron campos de concentración para que sientan la energía pesada y dolorosa de lo que allí sucedió.

Yo no fui, no alcance, pero creo que tampoco hubiera querido. Ese aire de muerte, tristeza y dolor lo evito al máximo en mi vida. Mi amiga colombiana ya fue y trató de explicarme lo indescriptible de esa sensación que deja un hueco en el alma por varios días.


Pasando a temas más mundanos, la calle de las grandes marcas, esa donde están las marcas de lujo como Gucci, Chanel, Louis Vuitton, Prada, por mencionar algunas, hay que recorrerla, así el presupuesto del viaje no sea ni la mitad de una cartera de esas marcas. Las esposas de los jeques se sienten tan cómodas en Múnich que entran y salen felices con su burca y sus bolsas de Valentino y Chanel. Un espectáculo visual imperdible.

No son tan rudos como uno imagina, no son tan mala clase como se dice, los alemanes son exigentes, ordenados, ya tienen encima la historia de varios conflictos bélicos y por eso entre otras curiosidades viven con la alacena llena porque nunca se sabe que pasará mañana. Son muy trabajadores, su educación es excelente, es un país tranquilo, con mucha cultura, con un idioma impronunciable para nuestro español pero interesante de aprender, un lugar donde las leyes no solo se predican, se aplican y respetan. Un país al que con certeza volveré para conocer otros espacios.  

Por ahora, Alemania es un país de impacto, de esos que no se olvidan en la vida.

Última lección de mi amiga: Las estatuas con caballos tienen un significado si están levantadas ambas patas delanteras, solo la derecha, solo la izquierda o esta con sus cuatro patas en el suelo. Ese tema lo dejo para después con la explicación respectiva y las fotos correspondientes. 






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