Trabajando para la web de El Colombiano. |
Cabe aclarar que no es la primera
tragedia que me corresponde cubrir, ni la que más impacto me ha causado, pero
sí la que más desgaste emocional me ha generado. El dolor es el mismo al ver la
tristeza, la impotencia, el miedo y la desesperanza del ser humano en un
momento crítico.
Informar es nuestra premisa, con
respeto y prudencia por lo frágil que, un hecho como este, deja el corazón de
todos quienes escuchan, leen y observan las noticias. Con el equipo de El Colombiano fuimos de los primeros en transmitir vía web la tragedia del Edificio Space en Medellín.
Eso suena bonito, pero no es
fácil.
Llegar al lugar, ver una mole de
cemento como esa, pensar que ahí había hogares construidos con esfuerzo, que
posiblemente hay gente atrapada y que no se sabe que más pueda pasar, genera un
shock en el cerebro. Pero hay que
respirar, profundo, cerrar los ojos, orar por un momento y pedirle al de arriba
que nos ayude a contar la historia de la mejor manera. Regularse y equilibrarse es la premisa
pero eso requiere un desgaste intenso desde el punto de vista espiritual y
mental.
Como somos todos distintos y cada
quien asume su trabajo de acuerdo a su personalidad, podrá ser más sencillo
para unos periodistas que para otros, habrá quienes estén acostumbrados a dar
noticias tristes, habrá quien lo haga mal, quien lo haga bien, quien lo haga
mejor, pero eso no es lo que quiero concluir. Mi interés es que quien está al
frente de un computador leyendo y viendo la noticia, que quien está en su casa
viendo un noticiero, que quien está en su oficina leyendo un periódico, que
quien va en un carro oyendo los relatos, deje de lado ese afán y esa necesidad
de cuestionar que a veces se hace tan evidente y entienda que a pesar de estar
preparados, de haber estudiado para hacer lo que hacemos, un periodista es ante
todo un ser humano que ve la tragedia con sus propios ojos y que eso, así suene
simple, hace más difícil nuestra tarea.
Tampoco quiero justificar a
nadie, ni siquiera a mi misma, hacer nuestro trabajo cada vez mejor es una premisa que debe ser constante.
Este es un simple relato de cómo queda el alma, la mente y el cuerpo cuando a uno le toca ver la tragedia de frente y debe trabajar en ella.
Este es un simple relato de cómo queda el alma, la mente y el cuerpo cuando a uno le toca ver la tragedia de frente y debe trabajar en ella.
El cerebro no descansa, no. A pesar de haber salido del sitio de la tragedia, el primer día, a eso de la 1:20
de la mañana, mi cerebro siguió trabajando, siguió pensando en esos nombres que
aparecieron pocas horas después del siniestro y que se suponía estaban allí a
la hora del colapso. Mi cerebro dejó de
pensar a eso de las 3:20 de la mañana, cuando ya el cuerpo le hizo un
guiño como diciendo “para ya que necesito descansar”.
Y así puedo decir transcurrieron
las 3 primeras noches. Con un cerebro produciendo ideas, buscando respuestas,
tratando de dar alivio a la propia alma y entendiendo que el deber es informar,
que la gente quiere respuestas y que nuestro deber es buscarlas. El trabajo se
hace más liviano cuando somos varios al mismo ritmo, cuando se dividen tareas, cuando nos entendemos y sabemos que todos estamos movidos por dentro.
Pero aparecen los animales, la
angustia de quienes como yo amamos nuestras mascotas y no soportamos la idea de
saberlas indefensas en un apartamento vacío a punto de derrumbarse.
Aparece la incertidumbre al ver
como, los protagonistas, deben sacar en una maleta lo primero que puedan y solo
tienen 5 minutos para hacerlo. Inmediatamente se pone uno en el papel, sin
quererlo, de esos seres humanos. Pienso qué pondría en mi maleta. Pienso en
aquellos que no pueden entrar a sus casas y aquellos que solo ven escombros
apilados en la que era la suya.
Vienen a mi memoria tantas otras
tragedias que he visto de cerca, tantos accidentes con finales tristes,
toneladas de tierra que destrozan vidas, casas y sueños. Pienso en eso, es
inevitable.
Empaparse del dolor ajeno no es
fácil y más cuando se ha tenido los propios. Este oficio tiene un lado oscuro,
ese que pocos ven, ese que no se ve en una nota de televisión, ese que no se
lee en una columna, en un periódico, ese que no se escucha cuando pasan los
comerciales en la radio.
Los periodistas somos seres
humanos.
Una amiga y colega escribió en su cuenta de Twitter @perlatoro: “El
día en que ustedes vengan y trabajen casi 60 horas seguidas con nosotros, ese
día, los dejo que critiquen sin decir ni una sola palabra”, tiene razón.
Y hoy escucho, un viejo texto de Pablo Neruda en
la voz del actor argentino Ricardo Darín que reza: “Queda prohibido no intentar
comprender a las personas (…) no saber que cada uno tiene su camino y su
dicha (…) queda prohibido no
comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita”. Es muy cierto.
Empecé a escribir este texto esa
noche antes de las 3:20 de la mañana cuando el cerebro no quería parar, lo
termino ocho días después cuando el cuerpo y la mente descansaron suficiente en
un día lleno de silencio, sueño y sosiego. Y a pesar de ello mi último sueño
fue una escena, en que a lo CSI, encontraban un cuerpo entre los escombros.
Este bello
oficio tiene también ese otro lado, un lado que esta cargado de emociones encontradas, de sentimientos profundos, de
cargas intensas que pocos entienden y que uno aprende a soltar rápido por el
bien propio y el ajeno. Mañana será
otro día, el mundo no para, la información tampoco, nosotros, los periodistas hacemos catarsis, pero no olvidamos, crecemos, aprendemos y seguimos adelante.
Claudia, me gusta mucho este texto porque como ciudadana muy distante de esto que ha pasado me vi tan pendiente de los medios como hace mucho no lo hacia y pensaba, si yo estoy así de pegada, pendiente, queriendo saber más, como estarán los que de verdad afectados por esta tragedia. Me preguntaba, ¿qué será? será morbo, porque esta necesidad de saber detalles, nombres, de oír las historias, pero concluí que debe ser algo profundo un sentimiento de solidaridad, de sentir el dolor de otro, eso que llaman empatía que poder vernos en el otro, y saber que somo igual de frágiles y que hoy son ellos, pero podríamos o podes ser cada uno. Por lo tanto, este trabajo de valientes, de periodistas apasionados, se agradece mucho, y un texto como este debería ser igualmente publicado en la prensa, porque ya hace parte del hecho y porque haría el periodismo más humano.
ResponderEliminar