domingo, 20 de octubre de 2013

El otro lado de este bello oficio


Trabajando para la web de El Colombiano.
“Ojalá descanses un poco el cuerpo y la mente de toda esta tragedia”, con esas palabras, dichas por mi hermana, comienzo este texto que necesito escribir para hacer catarsis de lo que significa trabajar como periodista en una catástrofe, en un hecho noticioso tan negativo y triste en el que uno debe dejar de lado los sentimientos y emociones y tiene que centrarse en el quehacer de nuestra profesión: informar.


Cabe aclarar que no es la primera tragedia que me corresponde cubrir, ni la que más impacto me ha causado, pero sí la que más desgaste emocional me ha generado. El dolor es el mismo al ver la tristeza, la impotencia, el miedo y la desesperanza del ser humano en un momento crítico.

Informar es nuestra premisa, con respeto y prudencia por lo frágil que, un hecho como este, deja el corazón de todos quienes escuchan, leen y observan las noticias. Con el equipo de El Colombiano fuimos de los primeros en transmitir vía web la tragedia del Edificio Space en Medellín

Eso suena bonito, pero no es fácil.

Llegar al lugar, ver una mole de cemento como esa, pensar que ahí había hogares construidos con esfuerzo, que posiblemente hay gente atrapada y que no se sabe que más pueda pasar, genera un shock en el cerebro.  Pero hay que respirar, profundo, cerrar los ojos, orar por un momento y pedirle al de arriba que nos ayude a contar la historia de la mejor manera.  Regularse y equilibrarse es la premisa pero eso requiere un desgaste intenso desde el punto de vista espiritual y mental.

Como somos todos distintos y cada quien asume su trabajo de acuerdo a su personalidad, podrá ser más sencillo para unos periodistas que para otros, habrá quienes estén acostumbrados a dar noticias tristes, habrá quien lo haga mal, quien lo haga bien, quien lo haga mejor, pero eso no es lo que quiero concluir. Mi interés es que quien está al frente de un computador leyendo y viendo la noticia, que quien está en su casa viendo un noticiero, que quien está en su oficina leyendo un periódico, que quien va en un carro oyendo los relatos, deje de lado ese afán y esa necesidad de cuestionar que a veces se hace tan evidente y entienda que a pesar de estar preparados, de haber estudiado para hacer lo que hacemos, un periodista es ante todo un ser humano que ve la tragedia con sus propios ojos y que eso, así suene simple, hace más difícil nuestra tarea.

Tampoco quiero justificar a nadie, ni siquiera a mi misma, hacer nuestro trabajo cada vez mejor es una premisa que debe ser constante. 

Este es un simple relato de cómo queda el alma, la mente y el cuerpo cuando a uno le toca ver la tragedia de frente y debe trabajar en ella.

El cerebro no descansa, no. A pesar de haber salido del sitio de la tragedia, el primer día, a eso de la 1:20 de la mañana, mi cerebro siguió trabajando, siguió pensando en esos nombres que aparecieron pocas horas después del siniestro y que se suponía estaban allí a la hora del colapso. Mi cerebro dejó de  pensar a eso de las 3:20 de la mañana, cuando ya el cuerpo le hizo un guiño como diciendo “para ya que necesito descansar”.

Y así puedo decir transcurrieron las 3 primeras noches. Con un cerebro produciendo ideas, buscando respuestas, tratando de dar alivio a la propia alma y entendiendo que el deber es informar, que la gente quiere respuestas y que nuestro deber es buscarlas. El trabajo se hace más liviano cuando somos varios al mismo ritmo, cuando se dividen tareas, cuando nos entendemos y sabemos que todos estamos movidos por dentro.

Pero aparecen los animales, la angustia de quienes como yo amamos nuestras mascotas y no soportamos la idea de saberlas indefensas en un apartamento vacío a punto de derrumbarse.

Aparece la incertidumbre al ver como, los protagonistas, deben sacar en una maleta lo primero que puedan y solo tienen 5 minutos para hacerlo. Inmediatamente se pone uno en el papel, sin quererlo, de esos seres humanos. Pienso qué pondría en mi maleta. Pienso en aquellos que no pueden entrar a sus casas y aquellos que solo ven escombros apilados en la que era la suya.

Vienen a mi memoria tantas otras tragedias que he visto de cerca, tantos accidentes con finales tristes, toneladas de tierra que destrozan vidas, casas y sueños. Pienso en eso, es inevitable.

Empaparse del dolor ajeno no es fácil y más cuando se ha tenido los propios. Este oficio tiene un lado oscuro, ese que pocos ven, ese que no se ve en una nota de televisión, ese que no se lee en una columna, en un periódico, ese que no se escucha cuando pasan los comerciales en la radio.

Los periodistas somos seres humanos.

Una amiga y colega escribió en su cuenta de Twitter @perlatoro: “El día en que ustedes vengan y trabajen casi 60 horas seguidas con nosotros, ese día, los dejo que critiquen sin decir ni una sola palabra”, tiene razón.

Y hoy escucho, un viejo texto de Pablo Neruda en la voz del actor argentino Ricardo Darín que reza: “Queda prohibido no intentar comprender a las personas (…) no saber que cada uno tiene su camino y su dicha  (…) queda prohibido no comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita”. Es muy cierto.

Empecé a escribir este texto esa noche antes de las 3:20 de la mañana cuando el cerebro no quería parar, lo termino ocho días después cuando el cuerpo y la mente descansaron suficiente en un día lleno de silencio, sueño y sosiego. Y a pesar de ello mi último sueño fue una escena, en que a lo CSI, encontraban un cuerpo entre los escombros.

Este bello oficio tiene también ese otro lado, un lado que esta cargado de emociones encontradas, de sentimientos profundos, de cargas intensas que pocos entienden y que uno aprende a soltar rápido por el bien propio y el ajeno.  Mañana será otro día, el mundo no para, la información tampoco, nosotros, los periodistas hacemos catarsis, pero no olvidamos, crecemos, aprendemos y seguimos adelante.  

1 comentario:

  1. Claudia, me gusta mucho este texto porque como ciudadana muy distante de esto que ha pasado me vi tan pendiente de los medios como hace mucho no lo hacia y pensaba, si yo estoy así de pegada, pendiente, queriendo saber más, como estarán los que de verdad afectados por esta tragedia. Me preguntaba, ¿qué será? será morbo, porque esta necesidad de saber detalles, nombres, de oír las historias, pero concluí que debe ser algo profundo un sentimiento de solidaridad, de sentir el dolor de otro, eso que llaman empatía que poder vernos en el otro, y saber que somo igual de frágiles y que hoy son ellos, pero podríamos o podes ser cada uno. Por lo tanto, este trabajo de valientes, de periodistas apasionados, se agradece mucho, y un texto como este debería ser igualmente publicado en la prensa, porque ya hace parte del hecho y porque haría el periodismo más humano.

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