jueves, 10 de mayo de 2012

A pesar del tiempo, los amigos verdaderos perduran

Tengo actualmente 37 años, años en los que he "recolectado" todo tipo de amigos, muchos llegan solo hasta "conocidos" y otros más pasan sin dejar huella y me imagino que yo tampoco dejo nada en sus vidas.


Desde pequeña vi un ejemplo palpable en mi hogar, mi padre y su capacidad de hacer amigos a diestra y siniestra, pero aclaro: amigos de verdad.

Hoy precisamente hablaba con una gran amiga del tema, de la capacidad de "hacer amigos" que yo tengo y yo, modestamente le explicaba, que era más el ejemplo paterno y esa inevitable conexión que hacemos, como dice Ricky Martín, con las personas energéticamente compatibles con nosotros.

Y más que hablar de si tengo o no, muchos amigos, la idea con esta publicación es hablar de los reencuentros con esos verdaderos amigos que todos tenemos. Es que si me pongo a hablar de la cantidad de amigos también entro en el terreno de la extrema independencia que me acompaña y que me hace tener largos momentos de soledades que amo, disfruto y necesito, por lo que, en muchas ocasiones, puedo parecer una persona solitaria.

Pero ese será tema a abordar en otra entrada. Por ahora el reencuentro con los amigos verdaderos es el tema de interés.

Podría decir que desde el año pasado cuando regresé a mi Puerto Rico del alma, sentí esta maravillosa sensación de que a pesar de la distancia y ausencia física de los amigos (casi 15 años de no vernos), estos siguen allí, íntegros, dispuestos, abiertos e incluso más entregados que nunca.

Hoy estoy en Bogotá y apenas con un día en la capital del país vuelvo a tener la misma sensación.

Son amigos que por destino, azar o como lo quieran llamar, ya no están a mi alrededor, ya no están en Medellín, pero a pesar de eso y de incluso no hablar en meses, uno los siente más cercanos.

Y es que la inevitable vida nos lleva a cada uno a movernos en la dirección que corresponda en nuestro destino, nuestro libre albedrío. Eso no significa perder la esencia y por eso al regresar a tener conversaciones profundas de la vida y de lo acontecido en estos meses de ausencia física entre ambos, se da uno cuenta de que a pesar de todo, seguimos conectados, se sigue sintiendo el apoyo, el cariño, el respeto y la mejor energía.

Reencontrarse con los verdaderos amigos debería ser un remedio avalado por las autoridades sanitarias: alegra el día, alivia penas, genera bienestar, da tranquilidad, entrega energía extra y nutre el alma.

Gracias a Valentina y a Blanca Luz y su familia ya que hoy viví un día muy feliz. Hoy me recordaron lo bien que se siente volver a ver a los verdaderos amigos y me trajeron de nuevo a este empolvado blog que espero, en próximos viajes, actualizar más a menudo.

Feliz reencuentro para todos.


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