Vivo sola hace
dos años. Me muevo sola por el mundo, sin nadie
quien controle mis pasos hace 17. Esa primera sensación de soledad fue muy
difícil porque no fue buscada, fue obligada luego de la muerte de mis padres en un accidente de tránsito. Tenía 23 años.
En ese momento
no era tan consciente del gusto que generaba para mí la independencia, pero no
esa que te inculcan de chiquito, de hacer las cosas por uno mismo sin depender
del otro aunque sí de los padres; no esa que muchos creen que tienen, pero ni
se acercan. Hablo de la verdadera independencia, esa que permite moverte a tu
antojo por el mundo sin apegos, ni siquiera apego hacia uno mismo, es un
desapego completo que te permite ser tú mismo sin miedos. Seguir leyendo...